El ojo seco es una enfermedad multifactorial, compleja y crónica que afecta a la superficie ocular y que produce molestias, problemas visuales y, en algunos casos, lesiones en la córnea y en la conjuntiva. Por tanto, y a pesar de que su nombre pueda llevar a equivocaciones, consiste en mucho más que, simplemente, “no tener lágrimas”.

Se trata de un síndrome crónico, que afecta a cerca del 30% de la población, y que requiere un diagnóstico y tratamiento personalizados. Existen varias causas y varios tipos de ojo seco en función de los cuales varía el grado de severidad y la estrategia terapéutica para obtener los mejores resultados en cada paciente. Tener ojos secos es molesto, puedes sentir ardor o que te piquen. Es posible que se resequen en determinadas situaciones, como en un avión, en una habitación con aire acondicionado, mientras monta en bicicleta o después de mirar la pantalla de la computadora durante algunas horas.
Generalmente, el ojo seco se produce por un déficit de lágrima (escasa producción o excesiva evaporación) o porque esta, es de mala calidad debido a problemas como el mal funcionamiento de las glándulas de Meibomio o la blefaritis (inflamación del párpado). Los ojos secos son una afección frecuente que aparece cuando las lágrimas no pueden lubricar los ojos de forma adecuada.
Tener ojos secos es molesto. Es posible que te ardan o que te piquen. Puede que se resequen en determinadas situaciones, como en un avión, en una habitación con aire acondicionado, mientras andas en bicicleta o después de mirar la pantalla del computador durante algunas horas.

Las causas que lo provocan son muy variadas y pueden presentarse de forma aislada o confluir varias de ellas. Entre los principales factores de riesgo del ojo seco destacan los siguientes:
Hormonales (adolescencia/menopausia).
Edad avanzada.
Ser usuario de lentes de contacto.
Tomar medicamentos antidepresivos y antihistamínicos (para la alergia).
Tratamiento con quimioterapia o radioterapia.
Haberse sometido a una cirugía ocular.
Factores ambientales (aire acondicionado, calefacción, ambientes secos o muy contaminado).
Alimentación (déficit vitamínico).
Enfermedades autoinmunes (artritis reumatoide, síndrome de Sjögren, fibromialgia).
Los exámenes de control rutinario con el oftalmólogo (especialmente en caso de tener alguno de los factores de riesgo), son importantes para actuar tempranamente sobre su sintomatología y evitar las consecuencias que la enfermedad puede ocasionar.
Una vez diagnosticada, también es aconsejable realizar revisiones periódicas (aproximadamente cada 3-6 meses) y las visitas que indique el especialista para aplicar los tratamientos oportunos.